León y el Tren Querétaro-Guadalajara. Movilidad sostenible y paradiplomacia con la Unión Europea.

ESCRITO POR: Dr. Miguel Ángel Franco / Integrante del COMUJ/ @mifrancov / @comuj_org

La reciente incorporación de la ciudad de León (a pocos kilómetros de Aguascalientes y San Luis Potosí) al trazado del Tren Bajío-Occidente, que conecta Querétaro con Guadalajara, representa un acontecimiento clave en la redefinición territorial del centro-noroeste mexicano. No se trata únicamente de añadir una parada en la ruta ferroviaria; lo que está en juego es la consolidación de un nodo logístico, económico y cultural capaz de articular regiones con historias, vocaciones y desafíos compartidos. El corredor Bajío-Occidente, al incluir a León como punto estratégico, inicia una nueva etapa en la movilidad interregional mexicana, una etapa que encuentra paralelismos, aprendizajes e inspiración en ciertos proyectos ferroviarios transfronterizos europeos.

El desarrollo de sistemas ferroviarios eficientes no es una moda, sino una apuesta seria por modelos de desarrollo urbano-regional más sostenibles. Desde la perspectiva ambiental, los trenes eléctricos permiten disminuir la dependencia de combustibles fósiles, reducir significativamente las emisiones de carbono y descongestionar autopistas saturadas. Desde una visión económica, mejoran la eficiencia de las cadenas de suministro, optimizan el traslado de mercancías y personas, y fortalecen los entornos empresariales locales. Y desde el plano social, acercan servicios, oportunidades y calidad de vida a territorios antes marginados o aislados.

León, en este contexto, tiene todo para convertirse en un ejemplo nacional de articulación inteligente entre movilidad, desarrollo urbano e integración regional. Su ubicación estratégica —a medio camino entre el corazón industrial de Querétaro y el hub tecnológico de Guadalajara— la convierte en un enlace natural entre dos polos de innovación, producción y talento. Sin embargo, más allá de la geografía, lo que destaca es su capacidad de institucionalizar esta posición dentro del entramado de relaciones interestatales y globales.

Aquí es donde el diálogo con la Unión Europea cobra sentido. A lo largo de varias décadas, el proyecto europeo ha fomentado la construcción de redes ferroviarias de alta velocidad que conectan ciudades de tamaño medio en diferentes países, creando ejes de movilidad que son también rutas de cooperación, intercambio cultural y articulación económica transnacional. Proyectos como el eje ferroviario París-Bruselas-Ámsterdam-Colonia o el AVE entre Barcelona y Lyon son ejemplos de cómo la movilidad puede funcionar como infraestructura para la integración y no solo como sistema de transporte.

En estos esquemas europeos, los trenes son mucho más que vagones y rieles: son metáforas vivas de la interdependencia territorial, plataformas de movilidad inteligente que favorecen la cohesión social, reducen desigualdades y promueven un sentido compartido de ciudadanía regional. León, al integrarse a un tren moderno, eficiente y ecológico, podría iniciar un proceso similar: construir no solo puentes logísticos, sino vínculos simbólicos y prácticos con otras urbes que comparten desafíos parecidos.

Tres líneas de aprendizaje desde Europa aplicables al caso de León:

  • Cooperación multinivel: En la Unión Europea, las políticas de transporte suelen involucrar no solo a gobiernos centrales, sino también a autoridades regionales y municipales. León podría impulsar esquemas de gobernanza conjunta con Aguascalientes, Querétaro, Altos de Jalisco y Guadalajara, articulando objetivos comunes y repartiendo responsabilidades de gestión, mantenimiento y promoción del tren.
  • Proyectos cofinanciados y vinculación internacional: Existen programas europeos como URBACT, Interreg o Horizonte Europa que fomentan alianzas entre ciudades para promover movilidad sostenible, innovación urbana y cooperación territorial. León podría explorar esquemas similares en alianza con ciudades europeas que ya han transitado por procesos de integración ferroviaria interurbana.
  • Paradiplomacia ferroviaria: Algunas regiones europeas —como el Rin-Ruhr en Alemania, Cataluña en España o Emilia-Romaña en Italia— han desarrollado agendas de paradiplomacia vinculadas al transporte, generando convenios con socios internacionales para compartir buenas prácticas. León puede seguir ese ejemplo, institucionalizando mecanismos que proyecten su liderazgo regional mediante intercambios técnicos, convenios culturales o investigación aplicada.

La integración de León al Tren Bajío-Occidente es una oportunidad estratégica para impulsar la movilidad sostenible, la cooperación regional y la atracción de inversiones, siguiendo modelos europeos de integración ferroviaria. 

Una dimensión que conviene subrayar es la oportunidad que esta obra ofrece para redefinir la relación entre las ciudades y su entorno inmediato. La lógica de la conectividad férrea implica, por ejemplo, que las decisiones urbanas de León deben considerar su impacto no solo en el municipio, sino en toda la región circundante. La movilidad interregional requiere estaciones multimodales, integración tarifaria, servicios sincronizados de transporte público y políticas de ordenamiento compatibles entre entidades. Aquí, el modelo europeo vuelve a ofrecer inspiración: regiones transfronterizas como el Alto Rin o el Benelux han creado estructuras de gobernanza que gestionan colectivamente corredores ferroviarios, asegurando su viabilidad económica y social a largo plazo.

También hay una dimensión económica que no puede ignorarse. Las experiencias europeas muestran que los nodos intermodales —estaciones de tren conectadas con parques industriales, aeropuertos o centros logísticos— se convierten en imanes de inversión. León, con su vocación manufacturera, capacidad exportadora y presencia de clústeres de cuero-calzado, automotriz y agroindustrial, está bien posicionada para capitalizar esta sinergia. Si se generan las condiciones adecuadas —zonas industriales bien conectadas, servicios logísticos de última milla, incentivos fiscales y un marco jurídico claro— la ciudad puede atraer capital productivo de Europa y otras regiones interesadas en plataformas logísticas eficientes.

Por último, el tren ofrece también una ventana de oportunidad para repensar la ciudadanía. Un sistema de transporte moderno permite que más personas se desplacen con seguridad, dignidad y bajo costo. Democratiza el acceso al trabajo, la educación y el ocio. Acerca las periferias, revitaliza centros históricos y activa una cultura de sostenibilidad. En muchos países europeos, el tren ha sido motor de inclusión, innovación urbana y regeneración territorial. León tiene en sus manos una herramienta con ese mismo potencial.

Así pues, no se trata solo de que el tren pase por León, sino de que León se suba al tren del siglo XXI, aprovechando esta coyuntura para redefinir su papel en el mapa nacional y proyectarse hacia el escenario global. Para lograrlo, será indispensable no solo apostar por la infraestructura, sino construir una visión compartida, una gobernanza sólida y una apertura a alianzas internacionales. Con voluntad política, liderazgo técnico y participación ciudadana, la ciudad podrá no solo moverse mejor, sino convertirse en ejemplo de cómo se construye una movilidad sostenible con sentido estratégico y vocación internacional.

En resumen, la incorporación de León al Tren Bajío-Occidente no debe verse como un destino final, sino como el inicio de una nueva etapa. Una etapa donde la movilidad deja de ser un problema para convertirse en solución; donde los rieles no solo conectan lugares, sino también ideas, personas y futuros posibles; y donde, al igual que en la Unión Europea, la integración territorial se traduce en cohesión, prosperidad compartida y cooperación inteligente.

Fuente: https://www.pasajero7.com/leon-y-el-tren-queretaro-guadalajara-movilidad-sostenible-y-paradiplomacia-con-la-union-europea/



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