- 7 octubre, 2025
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- Categoría: Artículos
Escrito por: Dr. Miguel Ángel Franco / Integrante del COMUJ
La adhesión de León a la ruta ferroviaria Bajío-Occidente, que une Querétaro con Guadalajara, no es únicamente una acción de infraestructura; simboliza un cambio profundo en la forma en que las ciudades mexicanas se posicionan en el nuevo mapa económico, geopolítico y tecnológico del siglo XXI. Esta integración representa el surgimiento de una estructura articuladora del centro-noroeste nacional que, más allá de facilitar traslados, propicia una transformación regional basada en eficiencia, conectividad inteligente y colaboración internacional. Bajo esta perspectiva, el caso de China emerge como una referencia ineludible para comprender las posibilidades de expansión, financiamiento y sinergia que pueden derivarse de proyectos de esta magnitud.
La adhesión de León al corredor ferroviario Bajío-Occidente es una oportunidad histórica para transformar su papel regional, pasando de ser un punto de tránsito a un centro articulador de desarrollo económico, territorial y cultural.
En China, el crecimiento de la red ferroviaria ha sido vertiginoso, superando todas las proyecciones globales tanto en extensión como en impacto. Desde 2008, el país ha construido miles de kilómetros de vías férreas de alta velocidad, interconectando ciudades con niveles de densidad poblacional y actividad económica muy diversos. Sin embargo, lo verdaderamente relevante no es solo la velocidad de los trenes ni el tamaño de la inversión, sino la capacidad de articular regiones funcionales donde antes existía fragmentación. La experiencia china demuestra cómo un sistema ferroviario puede convertirse en la columna vertebral de un nuevo orden territorial.
León, al sumarse al corredor Bajío-Occidente, puede seguir una lógica semejante. Su localización intermedia entre zonas industriales, centros académicos, polos logísticos y corredores tecnológicos la convierte en una pieza clave para estructurar una macrorregión integrada. El objetivo ya no es únicamente mover personas o mercancías, sino activar procesos de cohesión territorial, generación de valor agregado y posicionamiento estratégico frente a cadenas de suministro globalizadas. En este escenario, las metodologías empleadas por China para conectar nodos interurbanos pueden ofrecer claves importantes.
El modelo ferroviario chino se caracteriza por su visión holística: considera simultáneamente infraestructura, urbanismo, logística, innovación, financiamiento y gobernanza. Esta sinergia ha permitido que los trenes se conviertan en catalizadores del crecimiento urbano equilibrado. Ciudades como Chengdu, Wuhan o Zhengzhou no solo han mejorado su accesibilidad, sino que han dado un salto cualitativo en términos de productividad, inversión extranjera y calidad de vida. Si León asume esta misma ambición estratégica, podrá beneficiarse de mecanismos semejantes para diversificar su economía, fortalecer sus capacidades institucionales y mejorar la articulación con otros polos del Bajío.
Algunas lecciones clave que pueden extraerse del caso chino:
- Planes integrados de desarrollo ferroviario y urbano: en China, cada línea ferroviaria viene acompañada de una estrategia de ordenamiento territorial que considera el crecimiento de las ciudades, la localización de parques industriales y la gestión ambiental.
- Esquemas de financiamiento público-privado con participación extranjera: mediante asociaciones estratégicas, las inversiones chinas han logrado reunir capital estatal, fondos internacionales y empresas tecnológicas para garantizar la sostenibilidad financiera de los proyectos.
- Red de colaboración entre gobiernos locales: los municipios conectados comparten información, establecen acuerdos comunes y promueven iniciativas regionales que trascienden fronteras administrativas.
En este sentido, León podría comenzar a construir un ecosistema de cooperación inspirado en estos modelos. Esto implicaría no solo instalar una estación ferroviaria funcional, sino también diseñar un nuevo perfil territorial que potencie su vocación industrial y que, además, apueste por sectores emergentes como la electromovilidad, la digitalización del transporte o las energías renovables. La conexión con Guadalajara y Querétaro, en ese marco, se convierte en algo más profundo: una plataforma para consolidar un clúster regional que dialogue de forma estructurada con actores internacionales.
Una variable fundamental para replicar el enfoque asiático es la institucionalización de mecanismos de paradiplomacia. En China, numerosas ciudades mantienen relaciones directas con contrapartes extranjeras, promoviendo intercambios técnicos, visitas diplomáticas, programas académicos y cooperación tecnológica. León podría hacer lo propio estableciendo alianzas con ciudades chinas que tengan características similares —por ejemplo, Changsha o Hefei— y que hayan transitado procesos de reconversión territorial a partir de su inclusión en rutas ferroviarias nacionales.
Este tipo de vínculo no solo implica beneficios simbólicos o diplomáticos. La colaboración práctica en materia de transporte ferroviario puede derivar en transferencia de tecnología, formación de capital humano, apertura de mercados y participación conjunta en foros internacionales sobre movilidad, urbanismo y sostenibilidad. Además, permite que los proyectos no dependan exclusivamente de decisiones federales, sino que las autoridades locales asuman un liderazgo activo en la configuración de su propio desarrollo.
La lógica de movilidad sostenible también juega un papel determinante en este análisis. China ha convertido el ferrocarril eléctrico en uno de sus instrumentos principales para reducir su huella de carbono y combatir el cambio climático. Las ciudades conectadas mediante trenes rápidos han reducido significativamente su uso del automóvil, mejorando la calidad del aire, disminuyendo la congestión vial y elevando el bienestar urbano. León, al sumarse a esta ruta, podría trazar metas ambiciosas de descarbonización, integrando su estación a una red de transporte público local eficiente, accesible e intermodal.
Asimismo, el tren Bajío-Occidente puede abrir la puerta a una nueva lógica de integración económica subnacional. Las empresas asentadas en León tendrán acceso más directo a mercados de exportación a través de Guadalajara y a centros financieros y de innovación por medio de Querétaro. Este triángulo se convierte así en un espacio privilegiado para atraer inversión extranjera directa, reconfigurar cadenas de producción y proyectar ventajas competitivas desde el interior del país.
No debe olvidarse que la integración ferroviaria puede también potenciar los lazos culturales. En China, la conectividad ha facilitado el turismo interno, los intercambios artísticos y el conocimiento recíproco entre regiones distantes. León, con su herencia artesanal, riqueza gastronómica y dinamismo cultural, puede posicionarse como destino de interés dentro de circuitos regionales, abriendo oportunidades para el emprendimiento social, la economía creativa y el patrimonio vivo.
En conclusión, la inclusión de León en la ruta Querétaro-Guadalajara no es un mero asunto técnico, sino una oportunidad histórica para rediseñar el territorio desde una perspectiva integral, estratégica e internacionalizada. El caso chino ofrece referencias valiosas sobre cómo transformar un sistema de transporte en un motor de desarrollo, cohesión e innovación. Si se toman en serio estas enseñanzas, y si se establecen las alianzas adecuadas, León no solo se convertirá en un punto de paso, sino en el corazón articulador de una nueva geografía del progreso mexicano. Así, el tren no será solo una vía de acero, sino un símbolo de futuro compartido, cooperación activa y movilidad con sentido.
El modelo ferroviario chino ofrece lecciones clave —visión integral, financiamiento público-privado, colaboración intergubernamental y movilidad sostenible— que León puede adaptar para potenciar su competitividad e integración internacional.
